lunes, 11 de abril de 2011

Pasta de Abogado: El Tuti di Capri





Mi verbo, en una época miel dulce y benéfica
de semántica platónica, romántica y didáctica,
hoy sólo es lava ardiente, sulfúrica, profiláctica,
de metáforas chispeantes, telúricas, volcánicas,
para denunciar a los hipócritas, retrógrados, cavernícolas
que con calumnias maquiavélicas y raquíticas
buscan manchar el espíritu indómito y monolítico
del mágico espíritu que me da la inspiración mística.

         Sariel Angel
(Defensa retórica y sarcástica en clave Esdrújula)

¿A cuántos de nosotros no nos han dicho: tienes pasta de…. contador, economista, cantante, músico, futbolista, abogado, médico, charlatán, político, etc?

Al parecer los mejores en sus profesiones son los que tienen la “pasta” para tal o cual cosa. Así como, en teoría, es mejor contador el que ahorra más dinero a su “cliente”, para algunos, es mejor abogado el que mejor cumple los designios de sus clientes, sin importar, cómo, cuándo y dónde.

A muchos abogados parece que se les enseña en el preuniversitario, a amenazar, amedrentar, atemorizar, a “pegar” y después preguntar, a litigar y después negociar. Aprenden la palabra demanda antes que la palabra acuerdo, se les instruye en el término “honorarios” o “gastos procesales”, antes que “negociación entre las partes”.

Se les da un módulo de entrenamiento en tácticas de amedrentamiento y un curso intensivo de persecución. La cátedra de ética legal hace eco… en las paredes de las aulas vacías.

No importa los antecedentes, no importan las realidades, sólo importa el fin, éste justifica los medios y sobre todo los honorarios. Algunos prestan sus servicios a chulqueros,  otros a grandes corporaciones que los contratan para evitar un pago a algún proveedor o a algún trabajador.

En estas actividades aparecen las “notificaciones prejudiciales” dónde con grandes letras mayúsculas, subrayadas, remarcadas se establece las acciones civiles, laborales, penales a emprender, llegando a anticipar sentencias (potestad exclusiva de los administradores de justicia) como en algunos casos “prisión”,  en otros “embargo” y otros “central de riesgo”, desarrollan tácticas que envidiaría el mismo Sun Tzu, hacen del policía bueno y malo, establecen que no hay posibilidad de acuerdo a menos que se cumpla con lo que piden, establecen plazos, antes de pedir “el embargo” o de enviar a alguien a la “central de riesgos”.

Al ser éstas producto de las “nuevas” realidades que envuelven a nuestra sociedad, hay una competencia interna de ser unos mejores (más bien peores) que otros, de quién tiene actitudes más gansteriles, quién se convierte en el TUTI DI CAPRI de la Cosa Nostra legal, el que lleva el récord invicto de consecución (¿o persecución?) de resultados.

Tan es así, que ahora hacen publicidad, en periódicos, volantes, insertos, páginas webs, redes sociales, con mensajes: “¿No le pagan?, ¿Cartera vencida?, ¿No puede localizarlos?, ¿ha sido calumniado?” o sino: “Recuperamos deudas incobrables, localizamos morosos, trabajadores incumplidos”, es decir, todo un mini plan de marketing para engrosar su cartera de clientes.

En muchos casos son “profesionales” con una limitada preparación académica, sin mayor sentido del espíritu de las leyes, que ni siquiera cuentan con conocimientos plenos de ortografía, redacción y mucho menos de deontología jurídica (ciencia que trata sobre la ética profesional del abogado) de la cual muchos ni siquiera han escuchado el término. Quieren compensar todas estas deficiencias con prepotencia, con una actitud personal casi mafiosa para disimular su ineptitud profesional.

Para muchos profesionales del derecho la palabra “conciliación” se la borraron de su léxico, el querer cobrar una deuda o el no querer pagar una (en el caso de grandes corporaciones) con amenazas y temores jurídicos, en muchos casos, sin fundamentos y en otros exagerados, sin importar los antecedentes del deudor o adeudado, ni del porqué de la deuda y, lo que es peor, llegando a valoraciones subjetivas, a calificaciones morales sobre la otra parte, sin que exista evidencia alguna y, si ésta existe, ¿qué autoridad moral pueden tener para calificar moralmente a alguien?.  Creen que están en la cúspide de la “cadena alimenticia”, cuándo ésta gira tan velozmente que no se sabe que pasará mañana.

Se debe reconocer que son éstas actitudes las que han ocasionado en nuestra sociedad, que en su mayoría desconocen la ley, el terror a la palabras “abogado”, “judiciales”, “departamento legal”, “demanda”, lo que, en vez de hacer reflexionar a estos profesionales, les llena, les nutre y les reconforta porque les sirve mejor para sus fines.

No estoy en desacuerdo con la contratación de profesionales del derecho para éstos inconvenientes, el asesoramiento legal siempre es y será necesaria en la vida de personas naturales y jurídicas, lo que me opongo y no acepto son las formas, en la falta de humanismo, en la carencia de predisposición de llegar acuerdos. Con el afán de justificar sus, cada vez, más elevados “honorarios”, muchos abogados llevan a sus clientes a litigios que se pudieron evitar en la mayoría de los casos con una buena gestión de negociación.


Es correcto que un profesional necesite ganar sus honorarios, pero estamos partiendo de concepciones equivocadas, si se lograra desprender a la sociedad de los miedos a todo lo que implica el ámbito dónde se desarrolla el ejercicio profesional de un Abogado, muchas más personas e instituciones quisieran asesorarse de un profesional del derecho, porque saben que éste no tiene como prioridad el conflicto sino la solución de los mismos. Éstos profesionales deben desprenderse de este concepto primitivo: “sólo del litigio puede derivar honorarios”, sino más bien, éstos se deben generar en primer y fundamental lugar, del asesoramiento y de las resoluciones de conflictos, la vía judicial debe ser siempre la última instancia.

Estoy plenamente convencido, que si en las reuniones en las que intervienen abogados, en vez de la que parece una lectura de derechos del acusado, los argumentos acusatorios, la sentencia y la pena, de entrada se propusieran soluciones o se estarían dispuestos a escuchar propuestas de soluciones, muchos problemas de nuestra sociedad se resolvieran sin el desgaste de relaciones que conlleva un litigio judicial, así como se descomprimiera nuestro sistema de justicia.

De la misma manera, pienso que todas las profesiones, ya sean exactas o de letras, deben ser ejecutadas con raciocinio más que con emotividad, por cuanto de ello depende el correcto funcionamiento social. Pero no podemos despegar los valores humanos de éstas gestiones, el ser humano en primer lugar es eso, un “ser humano” y luego es un profesional.

No quiero satanizar a los Abogados, existen muchos con gran sentido del profesionalismo y sobre todo cargados de sentido humano, existen grandes profesionales que cumplen día a día su obligación con vocación, convicción y comprensión sin que ello implique caer en sentimentalismos, para ser eficaz no se necesita ser el más implacable o el más frívolo. Estoy seguro que no debe existir mejor sensación que el tener conocimiento suficiente en nuestro cerebro y tranquilidad en nuestra alma y espíritu, complementar los títulos en la pared, la cuenta bancaria, con los reconocimientos del alma.

Espero muy sinceramente que los nuevos Abogados vayan transformando sus vocaciones y dejen de ser solamente Abogados “de los Tribunales y Juzgados de la República” y vayan teniendo un concepto más integral de “Asesor Legal” y, estoy convencido, que a futuro, por el bien de la sociedad, la rama más desarrollada y solicitada del derecho será “La Resolución de conflictos”.

Mientras tanto, seguiré aborreciendo a esos abogados carroñeros que pululan en nuestros medios, que en muchos casos se empeñan en propiciar conflictos, antes que resolverlos y espero que en ese juicio en el que no tenemos derecho a leguleyadas que es de la conciencia cuenten con un dictamen absolutorio.


P.D. Por cierto mi carrera profesional es el derecho.

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